viernes, 25 de marzo de 2011

X V I I PREGÓN - FALTÁN 23 DÍAS


2.002 - FRANCISCO J. RUIZ TORRENT

                                

                  El Cristo de las Misericordias era el titular de la cofradía del barrio, y aunque en aquella casa se respiraba el aire de San Lorenzo y una especial devoción hacía la Virgen de la Soledad, la mayoría del vecindario pertenecía a la Hermandad de Santa Cruz y hacía que cada Martes Santo acudiéramos a la esquina de la Plaza del Triunfo con la Alcazaba para contemplar el tránsito de esta señera Hermandad.

                 El Martes Santo de 1970, tan sólo unos meses después de la muerte del poeta y de mi marcha a Madrid, llegábamos a Sevilla para pasar la Semana Santa y, cómo no, acudimos directamente a esa esquina de la Alcazaba, bautizada ya en rótulos trianeros con el nombre de Joaquín Romero Murube. Un grupo de familiares esperábamos emocionados el paso del Cristo de las Misericordias. El paso se encontraba en esos momentos arriado en el suelo y las manos del Cristo parecían buscar el rótulo de la calle para acariciarlo. El Cristo de Santa Cruz nos daba a entender que aquel espíritu de nuestro admirado poeta, aquel que continuamente había llevado a Sevilla en los labios y en su corazón, había recuperado al fin los cielos que él creía perdidos y gozaba ya de esa Sevilla celeste y soñada que tanto había amado y de la visión de su Virgen de la Soledad, la más triste y solitaria de las Vírgenes sevillanas, pero a la que sin duda alguna sigue consolando y acompañando desde entonces como su más fiel y enamorado amante.
                                                      

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