jueves, 12 de diciembre de 2013

DE CISCO Y ALHUCEMA


                                    No se si siempre fue un sueño o alguna vez ocurrió en realidad, de nuevo  he visto sentada en su sillón, encorvada, preparando la copa de cisco picón con sus pequeñas manos, a mi abuela.
                        Recuerdo, que huíamos ateridos del frío de la calle, de la pertinaz lluvia, de la neblina que ocultaba fantasmagóricamente los pisos, para refugiarnos en el calor del acogedor saloncito, para cobijarnos en las tiernas caricias de mi abuela, para sentirnos confortados por su cálida mirada de amor.
                       Dice un poeta trianero que todos los niños son madreros, y lleva razón, pero también muchos entre los que me cuento, hemos tenido una especial predilección y amor por nuestras abuelas.
                       Por esas viejecitas cariñosas que nos mimaban, que nos concedían tantas atenciones, que nos llevaban a conocer las antiguas calles de Sevilla.Por esas ancianitas que en las tardes de invierno aplacaban, con santa paciencia, el ímpetu desbocado de nuestros pocos años entreteniéndonos con bellas historias de antaño, con ingenuas canciones, con juegos de cartas en los que apostábamos granos de arroz o garbanzos, mientras, el intenso olor de la alhucema nos embriagaba y se extendía por toda la estancia.
                       Así lánguidamente iba pasando el tiempo. Ella de vez en cuando, removía con maestría las brasas con la badila.
                       En el brasero, el cisco crepitaba, encendiéndose en mil puntos rojos que prendían nuestra atención, y al instante, una nueva nube de humo perfumado cautivaba nuestro olfato.
                       Que felices eran esos momentos.Cuantos besos y abrazos nos daba nuestra abuela en la despedida, cuando comenzaba a caer la noche y el rescoldo de la copa aún mantenía el ambiente cálido y acogedor hasta que lentamente se apagaba.
                       
                       No sé si siempre fue un sueño o alguna vez sucedió en realidad. Hoy de nuevo, he visto el rostro arrugado y bondadoso de mi abuela, perdiéndose con una sonrisa, en medio de una voluta de aromática alhucema.

ENVÍO : A mi abuela Carmen, en estos días donde, agridulce contradicción, más notamos su ausencia, aunque siempre este con nosotros.

2 comentarios:

  1. Olor y recuerdo indescriptible que comparto y por supuesto, su protagonita, mi abuela.

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    1. Me tienes confundido anónimo, ¿ quíen eres, que eres ? ¿ prim@, herman@ ?.De todas formas seas quíen seas me alegro tenerte por este ventanal de sueños.Un fuerte abrazo y un beso y hasta otra.

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