De nuevo el estallido de la Primavera se hace cada día más palpable por las calles.Un universo de colores, de olores, vuelve a apoderarse del ambiente.La temperatura más tenue, calurosa en muchas ocasiones; las tardes más largas y hermosas, pintadas de albero, de almagra, de azules, de rosas, de verdes, que forman una mágica paleta en los atardeceres junto al río.De nuevo tenemos cargadas las pilas del corazón, la batería que nos empuja a sentir tiene los vasos que la alimentan hasta arriba de emociones, de solera, , de fervor, de recogimiento, de oraciones, de nostalgias, de recuerdos eternos, de vivencias llenas de sevillanía gozadas en sus días mejores,de momentos irrepetibles enmedio del calor de una bulla.
Acumular en lo más profundo de ese generador emocional los instantes más nuestros, más íntimos, mas personales, tras esos, como dijo un día un pregonero: palacios de terciopelo o celdas de ruán, que son nuestra túnicas nazarenas.
Una carga extra ha recargado hasta la "corcha" las baterías de nuestros sentires, en una Semana Santa, casi, casi perfecta, ¡ay! si ella pudiera haber estado a mi lado más tiempo para compartirla, de instantes fugaces y únicos, de encuentros mágicos, de momentos sublimes, como la inmensa chicota por la Cuesta del Rosario del Cristo de la Exaltación, o ese regreso tan de barrio antiguo a los sones de "Madre Hiniesta" de Gracia y Esperanza, o ese bajar lentamente , señorialmente, como la Reina del Jueves Santo que es, mientras se derrama esa cascada de sonidos que es "Margot" por Hernando Colón de la Virgen del Valle, o ese romperse, ese entregarse a su gente, que se vuelve loca cuando Ella se pasea por sus calles, esa vuelta de trescientos sesenta grados, para clavar la morena profundidad de sus ojos en los cuatros puntos cardinales de su TRIANA, de nuestra Madre y Señora de la Esperanza.
Ya estamos otra vez dispuestos a bebernos la vida, los malos momentos como un tinto peleón y amargo de un solo trago, los buenos como el más dulce Tokaji aszú, lentamente, pasándolo por nuestro paladar, para gozar cada uno de sus matices, maravillándonos con su color dorado y con su sabor irrepetible.
Amigos, seguimos soñando con la vida, ya ha vuelto a resucitar.... SEVILLA.Acumular en lo más profundo de ese generador emocional los instantes más nuestros, más íntimos, mas personales, tras esos, como dijo un día un pregonero: palacios de terciopelo o celdas de ruán, que son nuestra túnicas nazarenas.
Como el discurrir pausado,
iluminándola con mi cirio, mientras deleitaba mis oídos el más perfecto
de los acompañamientos musicales, a mi Virgen niña de Gracia y Amparo, o
la perfección clásica, el summum de la belleza de mi Esperanza Trinitaria luciendo su saya juanmanuelina, entre avemarías entrecortados y jarras de plata, cargadas con un vergel de claveles y rositas blancas; y delante, muy delante de Ella, acompañar gozoso, pese al dolor, bendita contradicción, el caminar portentoso, elegante, sobrio en su justa medida, de mi Cristo de las Cinco LLagas, mientras cortaba la tarde del Sabado Santo las cornetas trianeras de las Tres Caídas.
Una carga extra ha recargado hasta la "corcha" las baterías de nuestros sentires, en una Semana Santa, casi, casi perfecta, ¡ay! si ella pudiera haber estado a mi lado más tiempo para compartirla, de instantes fugaces y únicos, de encuentros mágicos, de momentos sublimes, como la inmensa chicota por la Cuesta del Rosario del Cristo de la Exaltación, o ese regreso tan de barrio antiguo a los sones de "Madre Hiniesta" de Gracia y Esperanza, o ese bajar lentamente , señorialmente, como la Reina del Jueves Santo que es, mientras se derrama esa cascada de sonidos que es "Margot" por Hernando Colón de la Virgen del Valle, o ese romperse, ese entregarse a su gente, que se vuelve loca cuando Ella se pasea por sus calles, esa vuelta de trescientos sesenta grados, para clavar la morena profundidad de sus ojos en los cuatros puntos cardinales de su TRIANA, de nuestra Madre y Señora de la Esperanza.
Ya estamos otra vez dispuestos a bebernos la vida, los malos momentos como un tinto peleón y amargo de un solo trago, los buenos como el más dulce Tokaji aszú, lentamente, pasándolo por nuestro paladar, para gozar cada uno de sus matices, maravillándonos con su color dorado y con su sabor irrepetible.
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