jueves, 1 de marzo de 2012

DIALOGO ASOMBROSO


                    El ilustre profesor D. FRANCISCO MORALES PADRÓN mantuvo en una de sus obras un interesante dialogo con las estatuas de SEVILLA.Los personajes insignes que en bronce o en mármol nos contemplan en nuestras plazas, jardines y calles fueron interrogados por el prestigio Académico de la de Buenas Letras sobre sus vidas, sobre sus opiniones del Ayer y el Hoy.
                   Ahora, y salvando las distancias, quiero retomar esas conversaciones con algunos de los hombres y mujeres que inscribieron sus nombres en las Historia y que recibieron el homenaje de nuestra ciudad.
                  Y en este afán voy a perderme por las calles de Sevilla para encontrar a nuestros celebres interlocutores.Así, sería interesante reunir en agradable y docta tertulia a las figuras de MURILLO, VELÁZQUEZ Y ZURBARÁN, para que nos comentaran su personal visión de la PINTURA en nuestros días, o acercarme a la Plaza de San Pedro para hablar con MADRE ANGELITA de la hermosa y ejemplar labor que realizan sus Hijas en la Sevilla del olvido y la miseria, seguro que tras la charla me despediría con una angelical sonrisa. 
        Y ver como el arte de MANOLO CARACOL inunda todos los rincones de la vieja Alameda, y al aproximarse a Triana, escuchar a ANTONIO MAIRENA cantarle al río, y con JUAN BELMONTE en el Altozano charlar sobre el Cachorro o la Maestranza.
         La estatua de RODRIGO DE TRIANA parece querer señalarme otro camino, otra ruta que me aleje del caos urbanístico del barrio de Los Remedios.
              Otra vez en la orilla de Sevilla, en la Plaza Nueva, observar al REY SAN FERNANDO en un cansino caballo, parece encaminarse hacía la Catedral, mientras GARCI PEREZ DE VARGAS me cuenta historias de la Conquista.En el Salvador, MARTÍNEZ MONTAÑÉS espera paciente que llegue otro Jueves Santo para ver su obra cumbre como lo hacía en vida, y en la Plaza del Triunfo, la INMACULADA, con voz dulce, canta canciones de Tuna.
               Termino en el Parque, allí sentada, la INFANTA MARIA LUISA, la Duquesa de Montpensier, parece recordar melancólica, los juegos infantiles de su hija Merceditas, aquella niña enfermiza de la que se enamoro el Rey ALFONSO XII, dejando para siempre la historia trágica de su romance en una copla, y por la brisa casi primaveral de esta tarde, llegara a mis oídos los versos que BECQUER le recita a tres damas.
                  He escuchado en este largo paseo la voz muda de las estatuas de Sevilla.
                     

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