Contemplarlas sobre el albero o posadas sobre las palmeras; observarlas dormitar acurrucadas entre los arabescos del Pabellón Mudéjar o en los salientes del Museo Arqueológico y os parecerá que los años no pasan.
Mirar como esos niños les dan de comer arvejones, vereís a los mismos niños de siempre; fijaros en esos
padres que tiran una foto tras otra y os parecerán los mismos padres de siempre.Ved ahora a las palomas, como se remojan el pico en la fuente de la muchacha arrodillada y os daréis cuenta de que los chavales que calman su sed junto a ellas son los mismos que durante años han bebido ese agua cristalina.
Pero sobre todo fijaros en los niños, esos niños que ríen por las cosquillitas que las patitas de las palomas hacen en sus manos, que lloran con miedo al verlas volar en bandadas alocadas, que se comen un barquillo de canela, que juguetean con un globo o una pelota de goma, esos niños son los niños de toda la vida.
La Plaza de América cada Domingo se llena de niños y de palomas que en su blanco vuelo, al agitar sus alas avivan la pequeña llama que empieza a prender en el corazón de esos pequeños.la llama del mismo amor de siempre, porque, cuando en el Parque uno de ellos se coma golosamente un barquillo de canela o tenga en sus manos posada a una paloma, estará empezando a conocer las primeras nociones, estará aprendiendo la más fácil de las lecciones de esa asignatura tan difícil como hermosa que es ser un buen sevillano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
LOS SOÑADORES COMENTAN: