lunes, 4 de abril de 2011

EL JOVEN MÚSICO



              
       Desde chico había entrado por el atrio de la Basílica como si fuera el patinillo de su casa, su abuela vivía en la cercana calle Pozo.Desde que apenas levantaba un palmo del suelo le gustaba entrar en el Templo, para sentarse en uno de los últimos bancos y dejar pasar los minutos ensimismado, contemplando, al Señor de la Sentencia,a la Virgen del Rosario, pero sobre todo, clavar sus ojos enamorados y embobarse con la que era para él, al igual que para su madre y su abuela, su MADRECITA MACARENA.
                 Era tan solo un pequeñuelo de dos años cuando se puso por primera vez la túnica y la capa de merino, el antifaz de verde terciopelo,su varita y su canasto para acompañarla en la Estación de Penitencia,y así unos cuantos de años acompañando a la Reina de San Gil.
                 Su abuela, ley de vida falleció, y la casa de la calle Pozo quedo en el pasado. Él con sus padres vivía hacia tiempo en el pueblo de SALTERAS, y al crecer decidió cambiar la túnica y el antifaz por el uniforme de la Banda del Carmen, así la Madrugada estaría más cerca de Ella.Había empezado a aprender solfeo y composición y tocaba el clarinete desde los diez años y orgulloso llevaba cuatro acompañando a su Virgen de la Esperanza por las calles de Sevilla, y soñaba con algún día componer marchas procesionales y ser el Director de una Banda de Música.



                 Aquel niño macareno, se iba convirtiendo poco a poco en un joven y prometedor músico, muy apreciado por su director, y gran compañero de todos los componentes de la Banda.Su entusiasmo, su interés en los ensayos eran digno de elogio, su orgullo, su satisfacción, cuando marchaba tocando su clarinete detrás de la Virgen era la admiración de propios y extraños, ¡que felicidad se dibujaba en su rostro!.
                 Un maldito día, cumplido ya los veinte, un chaval pasado de alcohol, lo embistió de muy mala manera con una moto.Los médicos no temieron  nunca por su vida, pero ellos no sabían que esa otra vida idílica, mágica que el tenía en mente, acabo cuando dijeron que había perdido la movilidad de las piernas.
                 Ya no podría acompañar jamas a su Virgen, ya no dirigiría nunca a su banda detrás de un palio.
                 Y se volvió un tipo huraño, solitario y taciturno, no quería ver a sus amigos, no quería saber nada de la Semana Santa.
                 Siempre encerrado en casa, en su silla de ruedas, solo aceptaba la compañía de su madre.Con el tiempo, más por matar el aburrimiento que otra cosa, volvió a coger el clarinete y con paciencia, nota tras nota, empezó a componer una marcha " MADRECITA MACARENA", imperfecta, simple, pero llena de sentimiento y dulzura.En un arranque de dolor, de rabia  no quiso terminarla, y en medio de una llanto inconsolable de impotencia guardo la incompleta partitura en un cajón mientras veía caer el invierno sobre los campos del Aljarafe desde la ventana de su cuarto.
                 Y volvió la Primavera, y con ella otra Semana Santa, para él todos los días eran iguales y  no había caído en la cuenta que ya era Domingo de Ramos, y así sin saberlo pasaron las  jornadas, y llego el Jueves Santo, luminoso radiante, mágico ..., en el exterior, no en la cueva que había convertido su cuarto.De repente se abrió la puerta de su habitación  y entró su madre, - Niño,  quiero que te arregles, que te quites ese pijama que parece tu segunda piel y vengas conmigo a los Oficios, que hoy es Jueves Santo, de paso comemos en un sitio que me han dicho que esta muy bien -.No podía negarle nada, ¡que haría él sin ella!, por lo que aún un poco molesto,  se puso una camisa nueva, un pantalón y una chaqueta que por su cumpleaños le había regalado y  se dispuso sin mucho interés a acompañarla a Sevilla.Pero lo que lo dejo sorprendido y boquiabierto fue cuando le comentó durante el almuerzo:
                - Y después a la noche, vamos a ver salir a la Macarena -
              
              Hacía al menos tres años que no veía a su Virgen, tres largos años desde que se quedo prisionero en esa silla de ruedas, pero de repente, estaba en la Resolana en primera fila, y tenia la misma emoción de cuando era un chiquillo y vestía ese antifaz de terciopelo verde oscuro, igual que la de esos niños que tras la Cruz de Guía se acercaban para darle caramelos y estampas de su Señor sentenciado y su Madre Macarena.Avanzo el gran  PASO dorado, cortado el aire con los sones y el revuelo de plumas blancas de la CENTURIA.                
              Su ilusión, sus nervios crecían por momentos, ya estaba cerca su Madre, la Reina de San Gil, la dueña del amor de su corazón, de su devoción, de la de su madre, del recuerdo de su abuela, un montón de imágenes pasaron por su cabeza.Y ya estaba allí el palio, precioso  como siempre, un joyero para cobijar a la más hermosa de las joyas, su Madre de la Esperanza, y tras Ella su banda, su viejo director, sus antiguos compañeros.



              Y tras la soberbia levanta, comenzaron a sonar unas notas que le resultaron familiares al llegar a sus oídos.
               ¡Era su marcha!,"MADRECITA MACARENA", aquella  que hacia ya tanto tiempo quedo incompleta y olvidada en un cajón.
               Confuso, se volvió y cuando vio las lágrimas de emoción en los ojos de su madre lo comprendió todo.Ella había preparado la sorpresa, con celo había recuperado la partitura, se la había entregado al viejo Director, su maestro, que la completo corrigiendo los errores y la guardo con cariño para interpretarla, aunque solo fuera una vez, tras el palio la irrepetible Madrugada.
             Y ahora sonaba, mezclada sus notas con la voz del capataz, con el racheo de los costaleros, que mecían con maestría a la MORENA DEL ARCO, las bambalinas moviéndose acompasadas muy lentamente, andando tan bien como él siempre lo había soñado.
             Al pasar a su lado, todos sus amigos de la banda le hicieron un gesto cómplice a modo de saludo y aprobación, y siguieron tocando en su honor, brindándole ese breve pero sentido homenaje.
             Y se quedo allí, en su silla de ruedas, abrazando fuertemente a su madre, mezclándose en un solo torrente, sus lágrimas de felicidad.
             Mientras, su Virgen, su ESPERANZA, su MADRECITA MACARENA, se iba alejando, poco a poco,  por la esquina de los Altos Colegios, mecida dulcemente, a los sones de amor de su marcha.

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