2.005 - ANTONIO MURCIANO GONZÁLEZ
Y de Victoria en Victoria
–nos revivimos– la historia
de aquel divino Jesús
y un pueblo –herida memoria–
que a su Dios le habla de tú.
Padre mío de la Victoria,
bendito padre Jesús,
dos sayones te colocan
sobre tus hombros la cruz,
esa cruz, –mano adelante–
que ilumina tu semblante
mientras la recibes tú.
¿Y tu madre, dónde está?
Virgen santa de la Paz.
Rezad por ella, rezad…
por ella os pido: escuchad:
La letra P mirádla aquí en mi frente,
la P de pan, la letra más del pueblo,
la P de padre y pobre y pena y patria,
la letra que promete primavera.
La primera en la frente. la segunda,
la A de angustia, de amargor, de ausencia,
dejadme convertirla en alegría,
en letra A de amor para la boca.
La tercera en el pecho, hablo de cruces,
hablo de guerras y de camposantos,
de la Z que encierra la ceniza.
Tres letras son y están en la esperanza.
Vénzanos la blancura de su nombre
y vuele por los cielos su paloma.
Paloma que cruza el Parque.
Luz que en el Porvenir brilla,
tienes de jazmín el talle;
tú eres la Paz de Sevilla
y la primera en la calle.
Que no roce ni una flor
ni se le enganche un varal,
que no roce ni una flor.
Ten cuidado capataz
que esa es la madre de Dios
y mi Virgen de la Paz.
Reina de los cielos eres
Madre de Dios de la Paz,
bendita entre las mujeres.
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