Creo que muchos de los que me conocen se habrán preguntado alguna vez como alguien que lo más cerca que ha vivido de esas calles es a dos kilómetros siente esa predilección por el barrio de San Julián.
Como fin de semana si, fin de semana no, se puede perder en un deambular pausado sobre viejos adoquines, entre casas con balcones estrechos cuajados de macetas aquí o allá, doliéndole los solares, los edificios marcados por el abandono y el olvido.
Recorrer calles como Sorda, Lira, Juzgado, Hiniesta, Fray Diego de Cádiz, San Hermenegildo, Pza. de San Marcos; bordear lentamente la antigua muralla desde la Puerta de Córdoba hasta el Arco macareno, para bajar por San Luis y al llegar a Santa Marina acortar por Padre Manjón y Bordador Rodriguez Ojeda hasta terminar junto a la portada ojival de la Parroquia.
Hoy, sin esperarlo, han brotado de mi mente un río caudaloso de razones.
Quiero a San Julián, porqué es la voz de mi sangre, la herencia más valioso que tiene un hombre. San Julián es la huella de los míos, es recuerdo de un corral de vecinos de la calle Duque Cornejo donde mi abuela materna Carmen, un ángel del cielo sin duda, crío seis hijos en la Sevilla de estrecheces y carencias de aquel entonces.
Es recuerdo de la niñez, del callejón Padilla, donde nació esa leyenda del cante flamenco que era D. Manuel Vallejo, para visitar a mi “abuela chica”, mi bisabuela, y pasar las horas muertas, en esa reducida carrera oficial, jugando a la Cruz de Mayo con una mesa camilla sobre las que poníamos unas flores,unos palitroques cruzados y una postal de la Virgen.
San Julián es añoranza de veladas de verano, niños correteando entre un laberinto de veladores donde familias enteras disfrutaban alrededor de unas macetas de cerveza, unos manojos de rábanos, regañas y un plato de mariscos los menos, y un papelón de pescao los más, en la inmensa terraza de Casa Baturones.
Y años más tarde cuando las economías estuvieron más boyantes disfrutar de las riquísimas gambas de la plaza de las Moravias. San Julián es aún hoy el dulce sabor de los calentitos del bar la Hacienda.
Es ilusión de chiquillo, descubriendo el Domingo de Ramos, cuando, con 11 años, cruzaba el Puente por primera vez.!Paco, hijo, ve con tus amigos a ver la Cofradía de mi barrio , veras que bonita es!.
Y la encontraba bajando por Trajano, con la luz de ese Sol hermoso recortándose sobre los Hércules de la Alameda ; o en la noche por la Alfal fa, con los sones imprescindibles y eternos, xilófono que pone el vello de punta en “Alma de Dios” de la Banda del Arahal.
Es satisfacción y alegría de cofrade cuando me dijo mi hermana Mari : “Paco quiero salir de nazarena, pero en la tuya no, que es de negro, prefiero una alegre, de barrio, con música”; y la lleve al encuentro de sus orígenes, de esas raíces y emociones que por edad ella no tuvo.Y entramos por la cancela de ese patinillo lleno de sabor antiguo, con el azulejo de la Hiniesta Chi quita,la Virgen que apareció en Cataluña, y alli mi amigo Jose Mari, pedazo de cofrade e hiniesto hasta el tuétano nos esperaba para convencer a la que quería capa y cíngulo de raso de que fuera una más en las filas del Señor de San Julían. Y allí sigue, veinte años después, sino físicamente, si con el corazón y el alma, desde la lejanía de Torrejón de Ardoz, cada vez más cerca de su Cristo de la Buena Muerte.
Es orgullo y amor de padre, cuando acompañé a mi hijo, que también vistió túnica blanca, esparto y antifaz azul cielo, casi todo el recorrido, hasta el esperando descanso de la iglesia tras haber cruzado el desfiladero, largo, larguísimo de Pasaje Mallol.
Y hoy es fervor y devoción, comunión sagrada y paz espiritual, cuando me postro, como la Magdalena pecadora, en el silencio solitario de la Parroquía y le doy gracias con la oración que El nos enseño.Es pasión y emoción desmesurada cuando acompaño a la Hiniesta Gótica la tarde del Corpus rodeada de barrio bajando por Sales y Ferre.Es encuentro obligado e ilusionado cuando en el Domingo más hermoso del año contemplo, como siempre, con que solera, con que categoría llevan al Cristo de la Buena Muerte sus costaleros por esa calle mágica ¡que olor a azahar! de Doña María Coronel, para después comprobar como la oscuridad de la noche se prende del ascua de luz, de la belleza de esa rosa rutilante, entornada en azul y plata que es su Madre Hiniesta.
Por todo esto, ni más ni menos, es por lo que quiero tanto al barrio de San Julián.
ENVÍO : A mi amigo José Maria Ruiz Rueda, a su mujer Eva, a su hermana Hiniesta y a su padre D. José Maria Ruiz Elvas, buenos hiniestos y mejores amigos; pero sobre todo a mi hermana MARI, desde esta Sevilla herida ya de azahar y primavera a la lejanía de Torrejón de Ardoz.¡Canija ya estamos en el lio!. TE QUIERO MUCHO, UN BESO.
Si, todo eso es San Julián.
ResponderEliminarEste año, despues de 41 años saliendo (5 con capa, 24 bajo Él y 12 con esparto) tenía decidido no salir. Lo acontecido en mi otra hermandad, la de la Plaza de los Carros, me ha hecho corroborar aun más que la única forma de vivir y disfrutar plenamente de la Semana Santa es ser capirotero y anónimo nazareno.
Cómo te decía, a pesar de que mi mujer y mis hijos no querían que dejara de salir, tenía decidido no salir en ninguna de las dos después de toda una vida.
Gracias a ti, a esta entrada, a tu sensibilidad, he recordado por qué soy de San Julián. . . mi mujer se levantó hace un rato y mientras tomábamos café me ha preguntado que si me pasaba algo, que estaba muy serio. "Nada", le he dicho, "Es que salir en la Hiniesta es algo muy serio. Y pienso seguir saliendo".
Me ha dado un beso y hemos seguido tomando café.
Gracias amigo, gracias por recordarme lo que a veces olvido.
Un abrazo.
Amigo Calleferia, me alegro de tenerte de nuevo en este ventana de sueños, bienvenido.Permiteme que sea yo quién te de las gracias por partida doble.Primero por esa decisión de seguir siendo, lo que , al menos para mi, es una de las cosas más hermosas y más serias que se puede ser en nuestra tierra, sencillamente NAZARENO DE SEVILLA; y después por considerar esta entrada, estas palabras, que solo son un reflejo de lo que siente mi corazón que siendo trianero, tiene un trocito revestido en azul y plata, en parte responsables de esa bendita determinación.Saludos y nos vemos si Dios quiere en San Julián.
ResponderEliminarGracias, mil veces gracias, por llevarme aquel dia de 1991 a la casa de la que hoy es mi hermandad,por que desde ese mismo momento son muchos los sentimientos que van unidos a mi hermandad de la Hiniesta, ahora que estoy lejos y no puedo salir por mi trabajo, no hay un solo Domingo de Ramos que a la hora de la salida mis pensamientos no sean para mi cristo de la buena muerte,para ese barrio de San Julian que luce radiante cada Semana Santa, para ese olor a ,azahar ,para un solo de corneta y para tantos sentimientos que florence en cada primavera. Algun dia volvere a vestir mi tunica blanca, mi antifas azul, aunque sea la ultima vez que lo haga, por que es lo mas grande en este mundo, ser Nazareno. Paquito yo tambien te quiero un monton y estoy deseando pisar Sevilla y oler a incienso.
ResponderEliminarLa Hiniesta es mucha Hiniesta, canija, pero es verdad que ser nazareno de Sevilla marca, y uno lo siente aunque este a miles de kilómetros.Pero ya mismo estarás aquí aunque sean pocos días.Y volveremos a embriagarnos con el olor de las flores y el incienso, a cautivarnos con el sonido de una marcha, a emocionarnos con una soberbia levanta o con una chicota de ensueño, a enamorarnos de nuevo de nuestros Cristos y nuestras Vírgenes,en definitiva, a empaparnos de sevillanía y devoción por las calles antiguas de nuestra bendita ciudad.Te espero con los brazos abiertos.Un beso muy fuerte, dale recuerdos a Juan.
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