Por calle Feria regresa
la noche del Martes Santo
una niña muy bonita
que triste va sollozando.
Lleva corona de Reina,
y el clavel la va mimando,
más no consigue calmar
la angustia que esta pasando.
Y aunque la música suena
no se apacigua su llanto,
porque en su pecho divino
florecido de amaranto,
al ver a su hijo muerto,
un puñal se esta clavando.
Y es tan grande su agonía,
y es su dolor tan amargo,
que por donde Ella pasa
todo se vuelve quebranto.
Y ni la brisa suave,
ni el terciopelo bordado,
pueden aliviar su pena,
la niña sigue llorando.
La niña que es Reina del Cielo
y Madre de Gracia y Amparo
con un sollozo en el rostro,
con el pecho traspasado,
por Palacios Malaver
lenta sigue caminando.
Y aunque me aturde su pena
y su dolor me hace daño,
la veo siempre tan guapa
al contemplarla en su palio,
perfumado por las flores
el dulce río de su llanto,
que humilde quiero pedirle
con fervor arrodillado.
QUE LA SALUD NO ME FALTE
PARA ESTAR SIEMPRE A TU LADO
CUANDO A OMNIUM SANCTORUM
VUELVAS CADA MARTES SANTO.
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